El recogemigas

Si la vida te da un palo que te desloma, encontramos todo tipo de remedios que no sirven para tanto pero que hay que poner en práctica antes de tirarse por el puente de San Martín. Que si trabajar como un solo hombre, dar largos paseos, llevar una vida ordenada, comer bien, dormir lo necesario... ¿Qué quiere que le diga? 

Habida cuenta de mi autónoma condición, trabajar, cuanto más, mejor. Cierto es que además me gusta y otrosí me hace olvidar en ocasiones lo que ya parece prescripción facultativa, que no es otra cosa que llorar cada tres o cuatro horas según me pida el cuerpo. Los paseos, viviendo en lo bajo de un valle, se me hacen, nunca mejor dicho, muy cuesta arriba. Afortunadamente tengo un ángel de la guarda que vive en llano, aguanta mi congoja y encima se viene conmigo. La mitad de los días la acompaño a casa a la vuelta y me tomo una fresca con su santo, (de la misma sobrevenida profesión que ella, el pobre), que llega reventado más allá de las nueve, después de haberse pateado los campos de media comunidad autónoma. O tres cuartos. Lo de no tomar cerveza entre semana lo llevo regular, especialmente porque después de la caminata toledana, un tercio me devuelve de cinco a seis minutos de vida, tiempo que quedará seguramente neutralizado porque después de 15 años de ayuno y abstinencia, he vuelto a fumar. ¡Ay, Señor! Lo volveré a dejar cuando toque igual que hice entonces, pero ahora no toca.

Me he echado a la calle. Me he obligado, empujado, forzado y presionado a salir de mi piso chalet casa jardín gran habitat Flor de Lis casa despacho todo incluido. He pasado la primera pantalla. Ayer, después de trabajar y dejar montada una mesa china, enclenque, coja y a la que no fui capaz de ensartar todos los tornillos, me tomé una Mahou al fresco, en una terraza llena de adolescentes gritones. Me había olvidado mi libro pero tenía Candy Crash en el móvil y no desentoné tanto. Se me sigue haciendo raro salir sola a pesar de que he ido a casi todos los lugares a los que un ser humano puede ir sin compañía y a mis varios amigos solteros les parece lo más normal del mundo. Se me hace raro y es porque ya no puedo levantar la vista y ver aquellos grandes ojos color miel, ni aquella sonrisa perfecta, ni los trasnochados rizos cogoteros, suavísimos, de los que me encantaba engancharme, ni cogerme de aquella mano de dedos largos cual Rachmaninoff...

Pero, no todo va a ser desastre: he conseguido ya dormir dos noches sin más aderezo que la atorva que esperemos me haya reducido mi familiar colesterol, (sí, de mi familia, todo lo que he heredado ha sido una natural tendencia a la generación de tales lípidos). He dejado la melatonina y orgullosamente declaro que no he tirado de productos medicamentosos acabados en -pam. De aquello que decía mi abuelo de "a mala cama, colchón de vino", también he pasado por motivos de posterior resaca.


Me dicen que pasará, que esto necesita tiempo y yo me lo he creído. No me queda otra. Que escriba otra novela, que lea por las noches, que medite, que salga... de momento la he emprendido con mi olvidado blog. Podría tener alguna suerte de efecto relajante. Ya veremos. De momento, ahí va esto.


Comentarios

  1. Mucho ánimo amiga mía. La escritura es muy buen refugio, pero sobre todo, al menos para mí, la lectura. En poco tiempo ... todo será un sueño.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario