El macizorro

Cuando tenía unos doce años, allá por los primeros ochenta, tuve una profesora de Historia, doña Arcadia Gutiérrez, a la que admiré mucho más de mayor que cuando era mi profe, porque entonces no fui capaz de comprender todo lo que valía aquella señora soltera, que ya no cumpliría los cincuenta, defensora a ultranza de los derechos de las mujeres, que nos quería inculcar a todas aquellas niñas de colegio de monjas, que éramos capaces de hacer cualquier cosa tan bien o tan mal como un hombre, pero que afortunadamente no éramos iguales que ellos y que además debíamos distinguirnos y no dejar de ser presumidas nunca.   

Recuerdo sus frases dichas, casi al pie de la letra, cuando nunca pensé que estaría tan de acuerdo con ella, como recuerdo el día que llegó rebosante de indignación a clase y que, aunque jamás nos habló de política, aquello no tenía nada que ver. Por lo visto alguien se había desmarcado diciendo que don Adolfo Suárez había obtenido en su momento muchos votos femeninos por su indudable atractivo físico. Vamos, que las mujeres, todas ellas gilipollas, votaban atendiendo a lo bueno que estuviera el candidato porque no tenían criterio más que para ese tipo de valoraciones. En aquel momento yo también pensé que era la reflexión más absurda que jamás había oído y me sumé a la indignación de mi tutora. "¿Adolfo Suárez guapo? Pero, ¡si es feísimo!"

Eso fue todo lo que me llamó la atención en aquel inmaduro momento. Hoy lo recuerdo y me río de mi infantil conclusión, porque lo cierto es que el señor Suarez estaba de muy buen ver y que aquel comentario no dejaba de ser más que una extensión algo modernizada del "mujé, vete pa la cocina, que es ande ties que estar". 

En los años ochenta, en los que se permitían y reían los chistes de "mi marío me peggga", supongo que el comentario sobre el método de elección de presidente por parte de las españolas no tuvo más transcendencia, pero hoy he oído algo que me ha sorprendido bastante.

Resulta que algunas féminas en Alemania andan diciendo que el señor Varoufakis está muy potable a sus cincuenta y tres años de edad y la verdad es que el chico no está nada mal, aunque a mí particularmente me recuerde un poco a Voldemort. No obstante, no he podido evitar reírme cuando el comentario ha continuado por derroteros comparativos con las estatuas griegas. Los museos que hayan podido visitar estas teutonas no deben tener muchas de estas o igual es que las hemos visto con diferentes ojos... Yo habría matizado un pelín el comentario. Flaco favor le han hecho a esta criatura comparándoles con las esculturas de cuerpos inmejorablemente perfectos, salvando la región que queda delimitada entre el ombligo y el cuádriceps femoral, que deja ciertamente mucho que desear.


Me habría gustado haber visto las reacciones femeninas y feministas si este comentario lo hubiera hecho un hombre de una mujer, dedicada o no a la política. Pues ya me contesto yo misma: se lo habrían comido sin pelar, le habrían exigido públicas disculpas y un mínimo de latigazos por machista y retrógrado australopiteco. Como lo ha hecho una mujer, está bien, pero no solo eso, sino que parece que se abre el debate sobre si las mujeres dedicadas a la política deberían también echar mano de su sex appeal para hacerse con mayor número de seguidores/votantes.

Nada, que no avanzamos. Ahí está la Fernández de Kirchner, que yo no sé a qué hora se levanta para ponerse todo ese tonelaje de maquillaje y atusarse los pelos de su leidigodivesca melena. Aunque igual ella no lo hace por eso. Yo qué sé.

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