Robo a un negro con arma blanca

En 1985, se cometieron dos robos simultáneos en sendos restaurantes de comida rápida en Birmingham, Alabama, resultando muertos a tiros sus dos encargados. No hubo testigos ni huellas que pudieran conducir a detener a ningún sospechoso. 

Crímenes similares se siguieron cometiendo con la misma limpieza y la policía empezó a sentir que le apretaba el zapato. Más bien, que les apretaban los zapatos. Aquello no podía deberse más que a su ineficacia para descubrir y detener a los culpables.

En el mes de junio del mismo año, en una pequeña ciudad al suroeste de Birmingham, Bessemer, los asaltantes no fueron afortunadamente tan certeros y el encargado del restaurante no murió, por lo que pudo ser llevado ante una rueda de identificación para ver si era capaz de reconocer a su agresor. En la rueda del infortunio colocaron a unos cuantos individuos de raza negra, supongo yo que seleccionados al azar, entendiéndose por tal que con toda probabilidad, entre ellos estaba la flor y nata de la sociedad más desfavorecida de los contornos, que son los que menos problemas dan en caso de injustos errores, porque no tienen dinero ni para sellos y ya se sabe que en los Estados Unidos, la justicia es poco más o menos igual para todos... los que tienen parné.

El herido de Bessemer aseguró por la gloria de su madre que Anthony Ray Hinton había sido el que le disparó el día de autos. Cuando el señor Hinton después del susto, consiguió encajarse la mandíbula inferior de nuevo, trató de hacerles ver que era imposible que hubiera sido él, puesto que ese fatídico día se encontraba trabajando encerrado en un almacén a unos veinticinco kilómetros de la escena del crimen, pero la policía no le prestó ninguna atención. Por fin tenían al culpable de todos aquellos asesinatos y asaltos a restaurantes en el área de Birmingham, que era lo importante. El señor Hinton al talego y los polis pudieron por fin descalzarse con gran alivio.

A partir de aquí, al bueno de Anthony Ray Hinton las cosas le fueron de Guatemala a Guatepeor. Su abogado, que no recuerdo bien si se apellidaba Bean o Zapatero, no sabía que podía pedir pruebas de balística a reputados expertos sin que le fuera la vida en ello. En su lugar y como sabía que su cliente no tenía un chavo, se lo encargó a un ingeniero civil con reconocidos problemas de visión, que el día de la vista admitió que no había sido capaz de manipular correctamente la maquinaria para discernir si, el arma que la policía había confiscado en casa de la madre de Anthony Ray, era la misma que se había utilizado en los asaltos.


El fiscal se frotó las manos. El pieza aseguró, no solo que aquella era el arma homicida y que la munición coincidía con la empleada también en las dos primeras muertes, sino que podía ver claramente que el señor Hinton tenía aspecto de ser culpable y de malvado. No en vano, este pedazo de bode tenía un amplio y documentado historial de racismo. Hinton fue sometido a la prueba del polígrafo y se concluyó que era inocente, pero el juez del caso decidió que no aceptaba aquella prueba en el juicio y por tanto no se tuvo en cuenta el resultado.





Obviamente, la criatura fue al trullo, a sus veintinueve años de edad, sin antecedentes por crímenes violentos y sin dejar de decir que era inocente.

En 2002 el caso llegó a las manos de abogados del Equal Justice Initiative, quienes inmediatamente requirieron de tres expertos, el examen balístico correspondiente. Los resultados no proporcionaron ninguna sorpresa: el arma encontrada en casa de la madre del condenado, no podía ser de ninguna manera el arma utilizada en los asesinatos de Birmingham.



¡Qué bien! Después de diecisiete años en el corredor de la muerte, por fin se había demostrado su inocencia. Pues no. Los fiscales del estado, no negaron que el nuevo informe fuera válido, pero rehusaron admitir un error o reabrir el caso.

Doce años más tarde y sin parar de litigar, el caso llegó al tribunal supremo y digo yo que daría con la juez negra que sale en todas las películas, (que he llegado a pensar que en Estados Unidos todos los jueces son mujeres negras), porque por fin le dieron la razón y se la quitaron a las instancias inferiores. El bueno de Anthony Ray Hinton, salió a la calle por primera vez en treinta años y dijo entre lágrimas algo así como que el sol brillaba.

Otro caso más de injusticia por ser pobre, negro y tener un abogado incompetente, para que estos estadounidenses se metan en la saca. Hinton por lo menos sale vivo, a pesar de que tuvo fecha en cuatro ocasiones para ser ejecutado. ¿Puede haber algo más cruel que tener a una persona inocente encerrada con día y hora para morir? No me extraña que haya presos en el corredor de la muerte que no se molesten en apelar y estén deseando que les ejecuten cuanto antes para librarse de esa tortura.

Al señor Hinton, a su mujer y a muchos otros les han robado treinta años de su vida, además de lo que puede implicar el haberse pasado nada menos que tres décadas en una celda aislado, sin ningún contacto físico con otro ser humano, sin oír música, sin hablar con nadie más que con el que estuviera al otro lado de la pared, sin dar un paseo, sin ver a su familia más que en contadas ocasiones y a través de un cristal, sin comer algo rico o tomarse una cerveza, sin poder darse una ducha diaria, sin poder hacer una excursión por el campo, sin poder conducir un coche, sin poder ver la tele, un partido o salir al cine, sin jugar una partida de ajedrez o de cartas. Por eso cuando el sol le dio en la cara dijo que brillaba. 

¿Se le olvidará a uno como es la sensación del calor del sol en la piel después de treinta años sin sentirlo?



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