Mi gozo en un pozo

Estaba convencida de que la generación de mis hijos era diferente, pero esta mañana me he desayunado con un informe que me ha tirado todos los palos del sombrajo. A pesar de que es innegable que algo hemos cambiado, tanto nosotros como los jóvenes digamos que de hasta veintinueve años, parece que hay maneras de ver la vida que son como un cáncer en un señor de noventa: que no avanza, pero que no se cura.

Que hay desigualdades laborales en cuanto a salarios y responsabilidades entre hombres y mujeres, es algo asumido. Mucho me temo que no verán mis ojos el día que esto se iguale, pero resulta que un 42% de los jóvenes de menos de treinta y un 47% de ellas, ven en tener hijos una traba para el desarrollo de la carrera laboral de las mujeres, mientras que solo un 23% de ellos y un 11% de ellas consideran que tener hijos es un problema para la carrera laboral de un hombre. O sea, que estamos poco más o menos como cuando yo salí de la facultad allá por últimos del siglo pasado.



Esto significa que esta generación que viene, tampoco va a estar muy por la labor de involucrarse a tope en las responsabilidades familiares, no digamos entonces si se trata de cuidar a una persona que no sea un hijo, como puede ser el caso de un anciano, un enfermo o un discapacitado. La encuesta de población activa de 2010, reflejó que cuando alguien tiene que cambiar una jornada completa por una parcial o directamente dejar el trabajo por cuidar a otro, es la mujer en el 63% de los casos.
He seguido leyendo y me he topado con el apartado de las relaciones sexuales y he pensado que aquí iba a descubrir el misterio de la Trinidad. Pues tampoco. Nada nuevo, me atrevería a decir. Los adolescentes pierden su tierna flor, (de manera completa, especifica el informe, supongo que con pétalos, sépalos y tallo), a los diecisiete años de media, muy igualado por sexos y además, todos aquellos estereotipos tradicionales siguen ahí como si el tiempo se les hubiera detenido. Para los hombres, el que un chico sea un fogliardini sigue estando muy bien visto, mientras que si una chica hace lo mismo, se la considera de moral distraída, por no decir una guarra que siempre queda peor. ¡Ahora sí que veo cambio! Las chicas que comparten esta opinión, son solo un 9%, lo que sí me parece un avance con respecto a mi generación y lo celebro.

En cuanto a la valoración de cualidades, seguimos en el Pleistoceno: a un hombre se le valora por su capacidad de mando y dirección y a una mujer por su capacidad de abnegación y sumisión, además de por su atractivo físico, característica que nada menos que un 24% de los hombres colocan en primer lugar en su orden de preferencias. Lo que más cuenta en el de un 30% de las chicas es la sinceridad.

Para el final dejo lo que me ha terminado de hundir en la miseria. Hablo de chicos españoles de entre doce y veinticuatro años que están algo de acuerdo con las siguientes afirmaciones: Los hombres no deben llorar (22,4%); cuando una mujer es agredida por su marido, es que algo habrá hecho ella para provocarlo (24,2%); un buen padre ha de hacer saber al resto de la familia quién es el que manda (22%); para tener una buena relación de pareja es deseable que la mujer evite llevar la contraria al hombre (14%)

Ahí lo dejo. Voy a ver si me tomo un whisky para olvidar, que seguro que estará fatalmente considerado en una mujer.


(*)Basado en datos del informe realizado por el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, perteneciente a la FAD 

Comentarios

  1. Es verdad, las aseveraciones y conclusiones de ese informe son deprimentes y desalentadoras, a veces pareciera que avanzamos sin rumbo, y otras, que nada cambia. es desolador, sí. Buen texto, Sofía, y buen whiskie.
    saludos blogueros

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    1. Gracias, José Antonio. Y yo que tenía esperanza en que mi hija lo tuviera más sencillo que su madre... A ver si mis nietas...

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